El patrimonio industrial debe entenderse como un todo integral que se compone del conjunto de bienes muebles, inmuebles y de los sistemas de sociabilidad, que se relacionan estrechamente con la cultura del trabajo y que fueron generados por las actividades de extracción, de transformación, transporte y distribución que se generaron a partir de la revolución industrial, junto con los procesos de urbanización de los siglos XIX y XX. Asimismo, estos conjuntos se componen también por el paisaje en el que se insertan, las relaciones industriales en que se estructuran, las características arquitectónicas, las técnicas utilizadas en sus procedimientos, los archivos generados durante su funcionamiento y las prácticas de carácter simbólico.