La inversión en ciencia y tecnología no solo potencia el desarrollo de un país logrando soluciones claves en materia de energía, agua potable, salud, etc., sino también incrementa sus ingresos ante la posibilidad de colocar en el mercado productos científicos y tecnológicos intensivos en conocimiento, logrando de este modo mayor competitividad y productividad. Lo cual implica una estrategia a largo plazo con inversiones constantes que redundan en múltiples oportunidades al fortalecer todo el ciclo productivo en pro de la sociedad.
La decisión política de potenciar la ciencia y la tecnología implica invertir en educación, en una mayor generación y retención de la comunidad científica que es el pilar fundamental de una economía basada en el conocimiento.